Tuvo que esperar cinco
minutos para digerir la negativa de Bella. Y en ese instante comprendió que su
destino estaba en manos de aquella niña malcriada y se le estaba torciendo
todo. Podría perderlo todo por su culpa.
Volvió a mirar el anillo que le había lanzado y lo apretó en su mano con
fuerza. La miró ferozmente, y ésta tembló por un instante al notar su hosca
expresión.
Jacob venció la distancia que les separaba y, sin dejar margen de maniobra,
la agarró violentamente de la muñeca y empezó a zarandearla.
— ¡Eres la última persona que debería dar clases de moral!—la gritó en la
cara.
—Jacob, me estás haciendo daño—replicó Bella mientras apartaba su cara
asqueada a consecuencia del olor a alcohol que desprendía el aliento de éste—.
¡Jacob, para ya!